Sesión 8ª, Ordinaria, en martes 29 de octubre de 1991
El señor URENDA.- Señor Presidente, Honorables Senadores:
El día 5 de este mes, después de sufrir una larga y dolorosa enfermedad, falleció don Emilio Tagle Covarrubias, quien fuera durante exactamente 22 años Obispo de Valparaíso.
El sorpresivo fallecimiento de su hermana —la Madre María— que lo cuidó en los últimos años de su vida, contribuyó, sin duda, a apresurar su propio desaparecimiento.
En nombre de mi Partido, y en el mío propio, quiero hoy rendir ante esta Tribuna un homenaje en su memoria. No es difícil hacerlo, por la personalidad y la obra del ilustre prelado. Sólo temo incurrir en involuntarias omisiones por las innumerables cualidades de mi entrañable amigo, guía y pastor.
No es fácil encontrar una vida sacerdotal más plena de realizaciones y un espíritu más generoso y abierto que los de este hombre extraordinario, quien, no obstante un físico muy frágil, supo ser tan fuerte y valeroso en la práctica y en la prédica de su fe, en la formación de jóvenes y de sacerdotes, y en dedicar tantas energías a las personas más modestas de nuestra sociedad.
Después de sobresalir siempre con las mejores calificaciones en el Colegio Alemán de la Capital, su temprana vocación y la influencia del párroco don Rubén Castro lo llevaron a ingresar al Seminario de los Ángeles Custodios de Santiago. El propio don Emilio explica que "en algún instante comprendí que estaba hecho para el servicio de Dios y, por lo tanto, para el servicio de los demás. A Dios le pedí las fuerzas necesarias para ser sacerdote.".
Ya sacerdote, sus primeros afanes fueron divulgar las doctrinas sociales de la Iglesia, ejerciendo su ministerio en parroquias agrícolas, sobresaliendo por su bondad y su lucha incansable en defensa de los derechos de los más humildes, procurando siempre dignificarlos. Jamás a nadie le faltó el apoyo de su presencia y de su palabra.
En el año 1933 funda y asume su primera parroquia, en la comuna de La Florida: San José de la Estrella. Allí se ocupa de los campesinos más pobres y contribuye a la formación de la llamada "Unión de Agricultores", cuyos integrantes eran dueños de fundos de su territorio, y a la cual ingresarían también los de otras jurisdicciones. Les insta a prestar servicios de ayuda social al campesinado y a organizar una caja de compensación que entrega asignaciones familiares, las primeras que se otorgaron en nuestro país a los trabajadores de la tierra.
Más tarde, enseñó Economía Social en la Universidad Católica, fue profesor y director espiritual del Seminario Pontificio de Santiago, y asesor del Movimiento Social Cristiano, y asumió en 1949 la Rectoría de ese Seminario, cargo que desempeñó durante más de cinco años.
En 1958 fue nombrado Vicario General del Arzobispado de Santiago, y, el mismo año, consagrado como Obispo para auxiliar a Monseñor Caro. Al fallecimiento de éste, durante dos años rigió la Arquidiócesis de Santiago con el título de Arzobispo y como Administrador Apostólico. Durante su breve desempeño se dio a la tarea de organizar la Diócesis y de conferirle una estructura acorde con los nuevos requerimientos del Derecho Canónico y de los tiempos, aun antes del Concilio Vaticano II.
Fue tan destacada su labor que el actual Arzobispo de Santiago ha dicho que "los últimos 30 años de la Iglesia de Santiago se le deben a Monseñor Tagle.".
En junio de 1961 asumió como Obispo de la Diócesis de Valparaíso, que regentara hasta 1983, próximo ya a cumplir 76 años.
Las huellas de su desempeño en ese cargo son tan indelebles que jamás podrán ser olvidadas por cuantos tuvieron oportunidad de conocerlas.
Circunstancias muy especiales me brindaron, hace más de 20 años, la oportunidad de vincularme estrechamente con don Emilio, y, desde ese momento, dispensó a mi familia y a mí un afecto y un cariño que jamás pude compensar y agradecer suficientemente.
Este contacto me dio la posibilidad de apreciar, no sólo la fe, la sensibilidad social y la bondad que todos podían comprobar en él, sino también su extraordinaria capacidad intelectual, su amplia cultura, sus dones de organizador y, por encima de todo, su cabal cumplimiento de la misión de pastor de almas.
Resultaba sorprendente advertir cómo un ser que se veía tan débil tenía esa fuerza interior tan vigorosa y era capaz de desarrollar una actividad tan intensa.
Aunque siempre, y desde muy joven, se inclinó con amor, pero con firmeza; con estrictez doctrinaria, pero con mucha generosidad, al apoyo de los más pobres y de los más débiles —características que conservó hasta su muerte—, debe destacarse que, paralelamente, procuró además atender lo que consideraba tan esencial en la labor de la Iglesia: la búsqueda de vocaciones y la formación de nuevos sacerdotes impregnados de fe profunda y dedicados a su labor primordial.
Así, después de haber dedicado tantos años y esfuerzos al Seminario de Santiago, a poco de estar en Valparaíso, fundó el Seminario Mayor, y durante los últimos años de su desempeño como Obispo gastó sus mejores afanes en la construcción del edificio del Seminario de Lo Vásquez —tarea en la cual pude brindarle mi modesta cooperación— y lo entregó al servicio de la Iglesia y de la comunidad cristiana al término de su mandato, cumplidos ya los 75 años.
Valparaíso, en especial, y Chile entero, tienen mucho que agradecer a este hombre magnífico que consagrara toda su vida al servicio de Dios y de los hombres. Su lema episcopal "ípsum audite", que significa "a El escuchad", lo cumplió en plenitud, con entrega total hasta su muerte.
Los porteños jamás podremos olvidar a un hombre tan firme en la defensa y en la práctica de lo que él estimaba lo justo y adecuado. Era estricto en la enseñanza de los principios que iluminaban su vida, pero al mismo tiempo sabía ser tan amable y generoso con todos.
Quizás sean características inolvidables de su personalidad la de que jamás olvidaba dar un saludo cariñoso a todos en las fechas que les eran importantes, y la de que, no obstante su edad y debilidad, nunca le faltó tiempo para estar al lado de un enfermo, o para llevar su palabra de consuelo a los afligidos.
Personalmente, jamás podré olvidar cómo mi madre, moribunda e inconsciente ya, esperó la llegada de don Emilio para dejar este mundo.
No es extraño, en consecuencia, que el pueblo de Valparaíso haya expresado su dolor y su agradecimiento más profundo en la ceremonia de sus funerales.
Interpretando a miles y miles de personas, yo levanto mi voz en el Senado para rendir este postrero homenaje a ese Obispo santo que hoy ya no está entre nosotros: don Emilio Tagle Covarrubias.
He dicho.
Ruego al señor Presidente hacer llegar copia de esta intervención al señor Arzobispo Obispo de Valparaíso, Monseñor don Francisco de Borja Echeverría, y a los familiares de don Emilio.
El señor VALDÉS (Presidente).- Se procederá en tal sentido, señor Senador.
Tiene la palabra el Honorable señor Romero.
El señor ROMERO.- Señor Presidente, deseo adherir en mi nombre y en el de los Senadores de Renovación Nacional al sentido homenaje que hoy esta Sala está rindiendo a Monseñor Emilio Tagle Covarrubias. Su figura, de apariencia débil, escondía una personalidad muy definida. Sus particulares condiciones de pastor de almas y su vocación de hombre santo lo llevaron a cumplir una misión y una profesión de fe que difícilmente serán olvidadas, especialmente en la Quinta Región.
Su permanente preocupación por los pobres —como lo destacaba el orador que me antecedió en el uso de la palabra— y por la formación sacerdotal, tan necesaria para quienes profesamos la misma fe católica, sin duda lo van a convertir en uno de los principales Obispos con que ha contado la Iglesia chilena.
Al asociarme a este homenaje deseo que se deje constancia de que se hace en nombre de la Sala de Senadores de Renovación Nacional, y, tal como lo solicitó el Honorable señor Urenda, pedimos hacer llegar al Arzobispo Obispo de Valparaíso y a la distinguida familia del extinto nuestros sentimientos frente a la desaparición de don Emilio Tagle Covarrubias.
He dicho.
El señor THAYER.- Señor Presidente, adhiero con mucha emoción y sinceridad al merecido homenaje que se rinde a don Emilio Tagle Covarrubias.
Las sociedades se rigen por normas internas y por normas externas. Si no son sólidas las que, desde el fondo del alma, conducen a los hombres y a los pueblos, jamás bastan las normas exteriores. Por eso, el principio de toda libertad está en el amor que nace de lo más profundo del alma.
La personalidad que hoy homenajeamos se caracterizó, a lo largo de su vida, y por encima de muchas otras virtudes, por su condición profundamente expresiva del amor que inspiraba todos sus actos. Lo dice el Evangelio según San Juan: "Dios es amor".
La fe profunda de Monseñor Tagle lo llevó siempre a una muy estrecha vinculación con el amor de Dios que proyectó hacia su prójimo. Como muchos de Sus Señorías, tuve la oportunidad de conocerlo a través de mi ya no corta vida y de apreciar siempre en su persona lo que constituye la distinción propia de un sacerdote: el hombre experto en ligar al ser humano con Dios, en esa expresión suprema y permanente del amor.
Por eso solicito, en nombre del Comité Independiente de tres Senadores, que también se hagan llegar estas palabras de adhesión a quien lo sucede en el Obispado del Valparaíso y a su distinguida familia.
He dicho.
El señor URENDA (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Pacheco.
El señor PACHECO.- Señor Presidente, en nombre de los Senadores de la Democracia Cristiana, quiero adherir en forma muy sentida al homenaje en memoria de Monseñor Emilio Tagle Covarrubias.
Tuve el honor de conocer a Monseñor Tagle, cuyas condiciones espirituales y humanas siempre me impresionaron, y puedo decir, con la más profunda convicción, que era un hombre santo; que pasó por nuestra tierra un hombre santo, quien hoy está viviendo en la presencia del Altísimo.
En consecuencia, señor Presidente, rendimos nuestro homenaje más profundo a esta figura tan esclarecida de la Iglesia Católica chilena.
El señor URENDA (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Valdés.
El señor VALDÉS.- Señor Presidente, quiero asociarme como Senador de la República, a título personal—porque los distintos partidos y bancadas de esta Alta Corporación ya lo han hecho—, a este homenaje que se rinde a Monseñor Emilio Tagle.
Tuve la distinción de ser su amigo durante muchos años —lo conocí desde niño—, y pude apreciar lo que todo Chile vio: una virtud humana extraordinaria, realmente difícil de imitar; una vibración espiritual que irradiaba de todos sus actos, tanto públicos como privados, y una vocación sacerdotal en el más perfecto sentido de la palabra, vale decir, de servicio a la comunidad, de servicio sin distinguir entre quienes tenían poder y quienes no lo tenían.
Su obra no solamente la realizó en la Quinta Región, particularmente en Valparaíso, donde fue el pastor de la Iglesia Católica. Antes, en el Seminario, y después, en el ejercicio superior de la enseñanza con los demás Obispos, quienes siempre reconocieron en él a un santo, su palabra y su vida fueron testimonio de lo que puede llamarse un gran hombre de Dios y, también, un gran ciudadano. Si bien fue extremadamente virtuoso y asceta, y se mantuvo alejado, en una forma muy pura, de los problemas del país, sus cualidades determinaron que estuviera presente en los grandes acontecimientos.
Señor Presidente, deseaba dejar estas palabras de testimonio ante su fallecimiento.
He dicho.
El señor URENDA (Vicepresidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Mc-Intyre.
El señor MC-INTYRE.- Señor Presidente, los Senadores institucionales adherimos con mucho sentimiento a este homenaje.
La figura de nuestro querido Obispo ha dejado una estela difícil de borrar. Nos llamaba mucho la atención —no sólo cuando creó el Seminario de Lo Vásquez— su permanente preocupación por las vocaciones sacerdotales, que demostraba en cada reunión en que participaba.
Además de haber sido siempre muy generoso con los pobres, cabe recordarlo como un gran pastor para la Institución a la cual pertenecí y, en general, para las Fuerzas Armadas.
Su figura trascenderá la historia, y su amor de pastor, que se empapaba con ésta, dejará a todo Chile un recuerdo imborrable.
He dicho.
El señor URENDA (Vicepresidente).- Se enviarán las comunicaciones en la forma solicitada.